<p>El primer número de la revista semestral sinpermiso sale con 283 páginas. En el sumario de este primer ejemplar se han incluido artículos de <strong>Antoni Domènech, Eric Olin Wright, Noam Chomsky, Daniel Dennett, María Julia Bertomeu, Mike Davis, Adolfo Gilly, David Harvey, Jacques Bouveresse, Rhina Roux, Joaquín Miras, Raquel Guetiérrez, Carlo Ginzburg, Sam Bowles, Tariq Ali y Daniel Raventós</strong>.</p>
<p>En el apartado llamado “el propósito de sinpermiso” se indica lo siguiente:</p>
<p><em>El núcleo promotor de esta iniciativa está compuesto de gentes de tres generaciones y de ambos lados del Atlántico cuya biografía política e intelectual ha estado ligada de diversas formas –incluidas, por ejemplo, en los más veteranos, la experiencia de la militancia revolucionaria bajo las dictaduras militares o la resistencia clandestina al franquismo— a distintas corrientes y subculturas de la gran tradición socialista contemporánea. Entre las muchas equivocaciones que admiten haber cometido en su vida política, no está la de haberse equivocado nunca de enemigo. Siguen considerándose socialistas, si más no porque en estos últimos lustros de desconcierto y disolución, atenidos con latina terquedad al programa moral cervantino, no han sido “movidos por promesas”, ni “desmoronados por dádivas”, ni “inclinados por la sumisión” —ni, habría que añadir, íntimamente vencidos por la calumnia—. Pero nuestra relación con la tradición socialista es laica: todos rechazamos el narcisismo moralizante de los redentores de cátedra aupados a las espaldas de los gigantes revolucionarios del pasado. Sea dicho de entrada: no nos proponemos resolver o aun enfrentar la crisis del ideario y la derrota de la acción socialistas con que ha terminado el siglo XX reduciéndonos al procedimiento, estérilmente académico, de limpiar, pulir y dar esplendor semántico a la palabra “socialismo”, a fin de disputar conceptualmente que ésta o aquélla experiencia, tal o cual doctrina autodenominadas socialistas hayan sido “genuinamente socialistas”. Para bien o para mal (tal vez para bien y para mal), el socialismo, en el amplio sentido de la palabra –que incluye a los diversos anarquismos, a los diversos comunismos y a los diversos laborismos que en el mundo han sido y, de uno u otro modo, siguen siendo— ha llenado la historia social y política real de los últimos ciento cincuenta años, encarnado en los más diversos y encontrados movimientos populares del planeta entero (...)Y como tal realidad histórica, complicadísima, versátil y tornadiza, ha de ser el socialismo comprendido, criticado y –he aquí nuestro primer designio— auto-criticado, y acaso, recobrado, y acaso, humildemente continuado</em>.</p>