<p>«En nombre de la clase obrera…» fueron las palabras que encabezaban la sentencia dictada en junio de 1958 contra Imre Nagy, primer ministro de Hungría y veterano dirigente comunista, y sus colaboradores más próximos en el simulacro de juicio por su participación en la Revolución húngara de 1956. Sándor Kopácsi, jefe de la policía de Budapest y diputado del partido comunista húngaro (POH), era uno de ellos.</p>
<p>Es el suyo un testimonio de primera mano de un miembro del sector “reformador” del POH estimulado por la desestalinización anunciada por el Informe Secreto de Jrushchov ante el XX Congreso del PCUS (febrero de 1956). En estas páginas se palpa cómo la Revolución húngara pugnaba por conseguir una democracia socialista en la que los trabajadores, los campesinos, los intelectuales, los jóvenes… fueran quienes marcaran la dirección de la economía y los asuntos públicos. Aspiraciones que, al desbordar los estrechos límites del llamado “socialismo real”, movieron a la burocracia estalinista de Moscú a aplastarla a sangre y fuego, fracasados los intentos de encauzarla siguiendo el patrón de Gomulka en Polonia.</p>