<p>La modernidad y el capitalismo, por m&aacute;s que est&eacute;n inevitablemente relacionados, son dos procesos hist&oacute;ricos diferenciados. Basta reparar que en la tradici&oacute;n de la modernidad coexisten proyectos e ideolog&iacute;as divergentes, desde los mismos or&iacute;genes, se&ntilde;aladamente, liberalismo y socialismo, ambos conjugados en plural. De ah&iacute; el car&aacute;cter internamente contradictorio y ambivalente del proyecto de la modernidad. </p> <p>Bajo la influencia de Marx, Weber hab&iacute;a tomado en consideraci&oacute;n los factores econ&oacute;micos, pero ten&iacute;a una especial preocupaci&oacute;n por indagar sobre c&oacute;mo las ideas se convierten en fuerzas efectivas en la historia. El tiempo presente ha mostrado la vitalidad del pensamiento de Weber y de su programa de investigaci&oacute;n cr&iacute;tica. Ahora bien, las transformaciones actuales en la nueva fase de mundializaci&oacute;n, que conocemos como globalizaci&oacute;n, exigen una revisi&oacute;n &ndash;o incluso la puesta en cuesti&oacute;n&ndash; de la tesis weberiana sobre el sentido de un proceso de racionalizaci&oacute;n que se hace cada vez m&aacute;s complejo &ndash;y que &eacute;l tendi&oacute; a circunscribir ante todo al &ldquo;mundo occidental&rdquo;&ndash;, y la consideraci&oacute;n &ndash;quiz&aacute;s algo sobreestimada&ndash; del Derecho como el principal factor de racionalizaci&oacute;n de las sociedades modernas. En este contexto se produce una paulatina disoluci&oacute;n del paradigma pol&iacute;tico-jur&iacute;dico liberal, pero en el marco de un capitalismo desorganizado donde imperan poderes no sujetos a control democr&aacute;tico.</p>