neoliberalismo

  • <p>Aunque las ideas propias de la socialdemocracia flotaban en el ambiente desde hac&iacute;a algunas d&eacute;cadas, no fue hasta 1889 que se constituy&oacute; la II Internacional como partido pol&iacute;tico de clase que deb&iacute;a abolir la explotaci&oacute;n y la injusticia. La clase obrera asum&iacute;a as&iacute; que la emancipaci&oacute;n ser&iacute;a obra de la propia clase obrera, vinculando su &eacute;xito a su capacidad de convertirse en un sujeto pol&iacute;tico capaz de conquistar el poder.</p> <p>En el congreso de Frankfurt (1951) la socialdemocracia abandon&oacute; formalmente el marxismo como referente ideol&oacute;gico, y acept&oacute; el capitalismo, si bien puso &eacute;nfasis en la necesidad de intervenir en la econom&iacute;a. En la d&eacute;cada de los treinta del siglo pasado, Keynes cuestion&oacute; te&oacute;ricamente los planteamientos de la econom&iacute;a liberal, abriendo la &eacute;poca dorada del Estado de bienestar. Pero en la segunda mitad de la d&eacute;cada de los a&ntilde;os sesenta el modelo empez&oacute; a dar muestras de agotamiento. La salida, liderada por Tony Blair y teorizada por Anthony Giddens, implic&oacute; la renuncia definitiva a las premisas sobre las que se hab&iacute;a construido la socialdemocracia, aceptando sin ambages el orden neoliberal.</p> <p>Hoy, la socialdemocracia est&aacute; lejos de perseguir los objetivos que estableci&oacute; cuando se constituy&oacute;, y lejos de constituir un referente indiscutible de la clase obrera, enfrent&aacute;ndose al reto de reinventarse de nuevo.</p>
  • <p>Desde la crisis de 2008, el neoliberalismo, para sostener sus modos de explotaci&oacute;n, para contener la implosi&oacute;n social en cada territorio, ha necesitado de una alianza cada vez m&aacute;s f&eacute;rrea con el fascismo y con formas varias de fundamentalismo religioso. Con ello ha pretendido reordenar la re-producci&oacute;n social en t&eacute;rminos capitalistas, recolocar un mandato de g&eacute;nero en crisis y retrazar las l&iacute;neas entre lo humano y lo categorizado como menos-que-humano (feminizado, racializado, naturalizado).</p> <p>Frente a esta nueva ofensiva neoliberal, el feminismo transnacional ha aparecido como un actor inesperado. Ha reabierto lo que parec&iacute;a clausurarse y lo ha hecho de nuevo con esa mezcla de radicalidad y masividad, de fuerza internacionalista y operatividad local, de conectividad y arraigo. Lo que se juega hoy en las disputas por los sentidos del feminismo no es la divisi&oacute;n de un movimiento que por otro lado siempre fue m&uacute;ltiple y poli&eacute;drico. Se juega la capacidad de incidir en el punto de sutura entre neoliberalismo y fascismo. Se juega la potencia feminista misma, en su desbordamiento.</p>
  • <p>La fil&oacute;sofa Patricia Manrique ha logrado en poco m&aacute;s de 200 p&aacute;ginas algo que parec&iacute;a imposible: llevarnos en un profundo viaje filos&oacute;fico, hacer temblar algunos de nuestros espacios de confort militante y estimular una visi&oacute;n pol&iacute;tica, pol&eacute;tica y pol&iacute;rica que haga de la utop&iacute;a algo tan cercano como nuestra escalera de vecinas.</p> <p>Las ideas que pone en juego Patricia Manrique provienen del pensamiento radical occidental, de los feminismos del sur o incluso de algunos de los n&uacute;cleos de resistencia originarios para devolvernos, al final del viaje, a nuestras comunidades de vida cotidianas. Este libro es un profundo cuestionamiento a la racionalidad neoliberal, &ldquo;un canto al placer en la defensa de la vida, a la dicha que proporciona vivirla sabiendo que no estamos solas y a una felicidad que procura una nueva riqueza que nada tiene que ver con el capital y que, poco a poco, estamos inventado en com&uacute;n&rdquo;.</p>
  • <p>Las &uacute;ltimas d&eacute;cadas, periodo de neoliberalismo y de giro autoritario de las formas de gobierno, han venido igualmente marcadas por una creciente violencia contra las mujeres. Los asesinatos sistem&aacute;ticos de Ciudad Ju&aacute;rez se han convertido en un ensayo a escala planetaria, desbord&aacute;ndose all&iacute; donde el Estado se ha descompuesto en sus tradicionales funciones soberanas. El capitalismo exacerbado, producto de una modernidad-colonialidad nunca superada, se descarga ahora en las nuevas guerras contra las mujeres, destruyendo la sociedad al tiempo que sus cuerpos.</p> <p>Comprender este nuevo giro violento del patriarcado, que Segato considera acertadamente la primera estructura de dominaci&oacute;n en la historia de la humanidad, implica desplazarlo &laquo;del borde al centro&raquo;.</p> <p>De acuerdo con la autora, s&oacute;lo a partir de una revitalizaci&oacute;n de la comunidad y de una repolitizaci&oacute;n de lo dom&eacute;stico ser&aacute; posible detener el femigenocidio hoy en marcha. Se juega en ello nada menos que el futuro de la humanidad.</p>
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