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Panóptico
14,00€A finales del siglo XVIII, Jeremy Bentham concibió la estructura panóptica aplicada a las cárceles, aunque su intención era incorporarla como diagrama básico de las tecnologías de poder y vigilancia de escuelas, manicomios, fábricas y hospitales. -
La negación de la virtud
16,00€A partir de un sólido conocimiento de las teorías, la historiografía y las investigaciones contemporáneas, Agulles desarrolla también una crítica de la pobreza en el seno del dogma desarrollista actual. -
Entre el azar y la necesidad
18,00€Daniel Pont conoció de primera mano la prisión franquista y participó en la fundación de la COPEL. Su vida rebelde confronta el relato oficial de la Transición. -
Cárceles en llamas
24,00€<p>Cuando tras la muerte de Franco se abrieron las puertas de las prisiones para dejar salir a los opositores políticos a la dictadura, nadie imaginaba lo que vendría a continuación. Ante la omisión de su causa en las medidas de amnistía, los presos comunes subieron a los tejados para reclamar la libertad y un cambio radical del sistema penal y penitenciario.</p> <p>Al frente del movimiento de presos sociales, la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) firmó los manifiestos que acompañaron las huelgas de hambre, autolesiones y motines mediante los que se reivindicaron como víctimas del franquismo. La deriva cada vez más violenta de estas acciones, tanto en su desarrollo como en la respuesta gubernamental, marcó de forma indeleble los años de la Transición. Fue tal la relevancia que adquirieron las protestas y tanta la alarma social que generaron las imágenes dantescas de prisiones destrozadas y presos heridos o muertos, que el gobierno se vio empujado a emprender una reforma urgente del sistema penitenciario. Pero a pesar de su temprana aprobación, la reforma tardó bastantes años en ofrecer resultados y no todos estuvieron en la línea prevista, mientras las condiciones intramuros se degradaban a ritmo acelerado a causa de la proliferación del consumo de drogas y la masificación.</p> <p>A través del estudio de la conflictividad carcelaria de los años de la Transición, <em>Cárceles en llamas</em> explica en detalle el proceso de transformación de las prisiones franquistas hasta el sistema penitenciario vigente en nuestros días. Un recorrido atravesado por episodios oscuros y zonas de sombra sobre los que esta obra aporta luz y rigor, sin renunciar a un enfoque crítico que cuestiona el discurso hegemónico sobre el proceso que sentó los pilares del encierro contemporáneo en nuestro país.</p> -
Vigilar y castigar
24,00€<p>Quizá hoy nos avergoncemos de nuestras prisiones. Sin embargo, en el siglo XIX fueron motivo de orgullo los presidios construidos en los márgenes —y a veces en el corazón mismo— de las ciudades; los patíbulos dieron paso a nuevas edificaciones teñidas de benevolencia; ya no se trataba de castigar los cuerpos sino de corregir las almas. Aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa de ortopedia social.</p> <p>¿De dónde viene esta extraña práctica de encerrar para corregir incluida en los Códigos penales de la época moderna? ¿Se trata de una vieja herencia de las mazmorras de la Edad Media? Más bien se trata de una nueva tecnología: entre los siglos XVI y XIX se desarrolló un conjunto de procedimientos ideados para dividir, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez dóciles y útiles.</p> <p>Vigilancia, ejercicios, maniobras, rangos, exámenes se implantan para someter los cuerpos, dominar la diversidad humana y manipular su potencial en los hospitales, el ejército y las escuelas. El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades pero éstas se edificaron sobre un subsuelo profundo y sólido: la sociedad disciplinaria de la que seguimos dependiendo. Hay que volver a situar la prisión en la formación de esta sociedad vigilante.</p> <p>«El sistema carcelario moderno no se atreve ya a decir que castiga crímenes: pretende reinsertar a los delincuentes, y hace dos siglos que pretende emparentarse con las ciencias humanas, para no avergonzarse de sí mismo: No soy quizá todavía del todo justo; hay que tener un poco de paciencia conmigo y ver cómo me estoy volviendo sabio.» —M. Foucault</p>