precariedad

  • <p>Hoy el mundo del trabajo est&aacute; sumergido, invisibilizado incluso sem&aacute;nticamente: es curioso, por ejemplo, que incluso organizaciones <em>filantr&oacute;picas</em> como Amnist&iacute;a Internacional o Greenpeace hayan adoptado la misma musiquilla de ocultaci&oacute;n y dispongan de flamantes &quot;departamentos de recursos humanos&quot;. El trabajo humano, en cuanto recurso, dej&oacute; de ser sujeto social y &quot;pas&oacute; a ser organizado por la empresa-capital y la sociedad-econom&iacute;a&quot;. Se trata aqu&iacute;, por tanto, de hablar de lo innombrable y contribuir al paciente trabajo de desocultaci&oacute;n. Se trata de escaparnos de la telara&ntilde;a locuaz, del ruido dominante que esconde nuestras vidas.</p>
  • <p>Beatriz Sevilla anota en vida en martes, su primer poemario, los tropiezos cotidianos, insignificantes solo en apariencia.</p> <p>En esos fracasos microsc&oacute;picos viven monstruos: la precariedad, la incertidumbre, el absurdo de un mundo cuyas reglas ni se comprenden ni se aceptan. El desacuerdo es aqu&iacute; una experiencia solitaria, pero deja tambi&eacute;n espacio al humor y al asombro. Si estos poemas se revuelven ante la vida que se nos ofrece, siempre en martes, es porque saben que hay otra.</p> <p><em>El poemario</em></p> <p>Vida en martes se divide en siete cap&iacute;tulos, que se corresponden con cada uno de los d&iacute;as de la semana. Este dispositivo casi narrativo le sirve a la autora para desplegar una negociaci&oacute;n, una negociaci&oacute;n con el sistema: con la precariedad laboral, con el desenga&ntilde;o pol&iacute;tico, con la incertidumbre vital, con la ansiedad. Beatriz Sevilla mira hacia la cotidianidad con extra&ntilde;eza: &iquest;es esto lo que se supone que tenemos que hacer?, &iquest;es esto aquello para lo que nos han educado?, &iquest;es esto lo que queremos?, &iquest;es esto la vida?</p> <p>La duda acecha en cualquier parte: en una lavadora que espera a ser tendida, en la casa sin barrer, en el pan enmohecido. La respuesta, siquiera parcial, est&aacute; tambi&eacute;n a la vuelta de la esquina. No es una capitulaci&oacute;n, sino un descubrimiento: ah&iacute; est&aacute; el misterio de la existencia, ajeno a las facturas sin pagar y a los platos sin fregar. Incluso en domingo. Incluso en lunes.&nbsp;</p>
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