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<p>En <em>Liberad el feminismo</em>, Morgane Merteuil, prostituta por elección y feminista, pone en cuestión la deriva que ha tomado el feminismo en las sociedades occidentales y aboga por un feminismo realista, inclusivo y de alcance mundial.</p> <p>A lo largo de su historia, el movimiento feminista ha contribuido sin duda al reconocimiento de multitud de derechos de los que las mujeres carecían; sin embargo, la corriente actualmente dominante, abolicionista de la prostitución y penalizadora de los clientes, propugna un modelo de mujer emancipada que choca frontalmente con los deseos y las vivencias de los trabajadores y las trabajadoras del sexo. Frente a este modelo biempensante y burgués, que considera que hay que ayudar a las prostitutas a liberarse de su sumisión al patriarcado, la autora reivindica un feminismo que acoja la multitud de maneras de ser, de pensar, de actuar y de vivir la sexualidad, un feminismo que se reapropie de ese espacio simbólico de la dominación masculina que es la prostitución. En definitiva, un feminismo liberado de sus propios corsés.</p>
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<p>Dentro del binomio prostitución-feminismo resulta bastante habitual recurrir a su dimensión metafórica como espacio de prácticas, experiencias o militancias, siendo las metáforas que delimitan el fin de un espacio y el comienzo del siguiente. Así la prostitución ha intentado insertarse dentro del feminismo y cuando lo ha conseguido se ha producido una ruptura, al parecer, irreconciliable. Si el cuerpo de las mujeres es la última frontera del capitalismo, el prostíbulo es la última frontera del feminismo. A través de esta alegoría, podemos observar cómo la prostitución se va configurando como el eterno espacio por «conquistar» dentro de los feminismos y cómo, al mismo tiempo, ha quedado relegada en los márgenes y la periferia de un movimiento que lucha por la visibilidad del mayor conjunto de pluralidades posibles.</p> <p><em>Feminismos desde las esquinas</em>, pretende representar toda la carga metafórica que puede albergar una esquina, en el sentido de representar la parte exterior del lugar donde convergen dos lados de una cosa. Dos lados, feminismo y prostitución, que se encuentran en la emergencia del movimiento en defensa de los derechos de las trabajadoras del sexo. Un movimiento que, desde las esquinas, reclama la participación en el espacio de los feminismos, que aspiran a ser cada vez más plurales e interseccionales. La cuestión que hoy se dirime en el espacio público es si tiene lugar y si lo tiene en los términos que el movimiento reivindica. De ahí, nos surgen las preguntas: ¿son feminismo y prostitución espacios con capacidad de cruce y de encuentro?, ¿es nueva la confrontación en el espacio público entre ambos fenómenos? Elena Martínez nos sumerge en el debate desde la experiencia propia con las mujeres que ejercen la prostitución y las políticas que las atraviesan.</p>
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<p>Mujeres que no permiten ser relegadas por hombres, que se atreven a ser protagonistas absolutas de sí mismas, y rompen tabúes sociales; ancianos que no se resignan a buscar la felicidad cumpliendo sus deseos más ocultos; y el erotismo como motor de todo eso. Cinco relatos muy ejemplares escritos por la más sensual y chispeante locutora de radio.</p>
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<p><em>Fanny Hill</em> (1748-1749) es considerada uno de los clásicos de la literatura erótica universal. A los pocos meses de su publicación esta novela fue prohibida por inmoral, su autor, John Cleland, y su editor condenados, siendo protagonista del primer juicio de un libro por obscenidad en Massachusetts, Estados Unidos, en 1821, en el que, entre otros epítetos, la pobre Fanny fue descrita como «poseída por el diablo porque incitaba a los ciudadanos a tener pensamientos lujuriosos».</p> <p>En 1960, los grupos de acción moral quemaron ejemplares en Inglaterra y Japón. En España, <em>Fanny Hill</em> no vio la luz hasta 1977. La novela cuenta la historia de una inocente chica de pueblo, Fanny, que apenas llega a Londres se ve abocada a trabajar en un burdel. Se enamora de Charles, un apuesto y bien dotado galán, con el que vivirá gozosamente varias semanas antes de que este desaparezca misteriosamente. A partir de entonces, Fanny asumirá su carrera de prostituta con todas las consecuencias, sin mostrar arrepentimiento o pena alguna, antes bien destacando las ventajas de la profesión que la acaban llevando de amante en amante hasta una envidiable y saneada posición; al final, Charles reaparecerá y se casarán.</p> <p>Con esta historia, Cleland contravino numerosas normas, entre otras, las de las novelas de la época, que condenaban a las prostitutas a la miseria. Frente a la sórdida realidad de la prostitución londinense de aquella época, dejó a un lado todo detalle de mal gusto y se rio de las costumbres cristianas, pues la novela es la «confesión» de una mujer que jamás renegó de su vida anterior.</p>