<p>Aunque las ideas propias de la socialdemocracia flotaban en el ambiente desde hac&iacute;a algunas d&eacute;cadas, no fue hasta 1889 que se constituy&oacute; la II Internacional como partido pol&iacute;tico de clase que deb&iacute;a abolir la explotaci&oacute;n y la injusticia. La clase obrera asum&iacute;a as&iacute; que la emancipaci&oacute;n ser&iacute;a obra de la propia clase obrera, vinculando su &eacute;xito a su capacidad de convertirse en un sujeto pol&iacute;tico capaz de conquistar el poder.</p> <p>En el congreso de Frankfurt (1951) la socialdemocracia abandon&oacute; formalmente el marxismo como referente ideol&oacute;gico, y acept&oacute; el capitalismo, si bien puso &eacute;nfasis en la necesidad de intervenir en la econom&iacute;a. En la d&eacute;cada de los treinta del siglo pasado, Keynes cuestion&oacute; te&oacute;ricamente los planteamientos de la econom&iacute;a liberal, abriendo la &eacute;poca dorada del Estado de bienestar. Pero en la segunda mitad de la d&eacute;cada de los a&ntilde;os sesenta el modelo empez&oacute; a dar muestras de agotamiento. La salida, liderada por Tony Blair y teorizada por Anthony Giddens, implic&oacute; la renuncia definitiva a las premisas sobre las que se hab&iacute;a construido la socialdemocracia, aceptando sin ambages el orden neoliberal.</p> <p>Hoy, la socialdemocracia est&aacute; lejos de perseguir los objetivos que estableci&oacute; cuando se constituy&oacute;, y lejos de constituir un referente indiscutible de la clase obrera, enfrent&aacute;ndose al reto de reinventarse de nuevo.</p>