Contracultura i Art

  • <p>Reincidentes es desde hace veinte a&ntilde;os uno de los nombres perdurables del punkrock pol&iacute;tico estatal. Este grupo sevillano, con su inapelable r&eacute;gimen asambleario, lleva dos d&eacute;cadas sacando conclusiones de esta injusta sociedad, d&aacute;ndole forma con sus canciones y fondo con sus acciones, viajando constantemente para recoger la esencia de lo que ellos mismos cantan.</p>
  • <p>De la tensi&oacute;n entre pol&iacute;tica y arte nacieron durante el siglo XX las vanguardias que cuestionaron tanto la Pol&iacute;tica como el Arte, aportando reflexiones importantes acerca del modelo de sociedad que trasciende al arte dominante. A partir de un recorrido cr&iacute;tico y punzante por estas vanguardias art&iacute;sticas, Stewart Home intenta establecer las l&iacute;neas de continuidad que unen a movimientos aparentemente tan distantes en el tiempo como el Dada&iacute;smo, el Situacionismo y el Punk.</p>
  • <p>Lo que se intenta con este libro es algo parad&oacute;jico. Aqu&iacute; se presentar&aacute; de manera muy seria la teor&iacute;a gris de una pr&aacute;ctica que no solamente pretende ser subversiva, sino tambi&eacute;n placentera y divertida. Las autoras est&aacute;n hasta las narices de la pr&aacute;ctica exclusiva de escribir octavillas ins&iacute;pidas y del dogmatismo (extendido tambi&eacute;n entre los aut&oacute;nomos) de la izquierda que a lo sumo nos permite re&iacute;rnos del cabaret pol&iacute;tico. En lo dem&aacute;s hay que demostrar siempre que llevamos a cuestas todo el dolor y toda la injusticia del mundo. Queremos huir de la pr&aacute;ctica pol&iacute;tica que mide su propia importancia por el grado de abstracci&oacute;n o por el gesto de seriedad de sus resoluciones.</p> <p>Puede que esta imagen sea injusta o exagerada. Pero ya nos conocemos: la mala conciencia que nos invade cuando en vez de currarnos por fin aquel texto te&oacute;rico sobre la tergiversaci&oacute;n, nos pasamos dos noches bailando; la moral del trabajo que nos obliga a permanecer p&aacute;lidas ante el monitor (por mucho que nos guste escribir), en vez de tomar el sol &mdash;a pesar del agujero en la capa de ozono&mdash; en la piscina; la escrupulosidad con la cual revisamos unas expresiones para comprobar si se atienen a la l&iacute;nea pol&iacute;ticamente correcta. Todo eso nos es muy familiar.</p> <p>Un exceso de an&aacute;lisis y estructuraci&oacute;n, de conceptualizaci&oacute;n y delimitaci&oacute;n de diferentes principios, m&eacute;todos y t&eacute;cnicas puede restarle encanto hasta a la m&aacute;s bonita de las acciones. Precisamente por esta raz&oacute;n, contamos tambi&eacute;n muchas historias de acontecimientos sin despiezarlas para no convertirlas en teor&iacute;a seca e indigesta. Sin embargo ser&iacute;a igualmente fatal ver en las concepciones te&oacute;ricas que aqu&iacute; se proponen un manual de reglas a seguir, y encerrar as&iacute; la propia pr&aacute;ctica en un cors&eacute; que ya no deje lugar a deseos, placeres y diversiones incontroladas. Y aunque no haya unanimidad acerca de las valoraciones o los ejemplos propuestos, este libro se propone a la lectora como una caja de herramientas que ofrece palabras, met&aacute;foras e im&aacute;genes y que anima a reflexionar sobre posibilidades similares en la propia pr&aacute;ctica. Hacer eso en s&iacute; mismo ya contribuye a desarrollar la pr&aacute;ctica propia. Y &eacute;sta es tambi&eacute;n la mejor contribuci&oacute;n que se puede hacer a una futura teor&iacute;a de la subversi&oacute;n. [...]</p> <p>Con el concepto de guerrilla de la comunicaci&oacute;n invitan a experimentar otras formas de hacer pol&iacute;tica que &mdash;a pesar de pertenecer ya desde hace tiempo a la pr&aacute;ctica de los grupos de izquierdas&mdash; muy a menudo han sido subvaloradas como bromitas poco serias al margen del verdadero trabajo pol&iacute;tico. Este <em>Manual de Guerrilla de la Comunicaci&oacute;n</em> aborda estas formas de pr&aacute;ctica pol&iacute;tica subversiva, sus condiciones, discusiones y l&iacute;mites.</p> <p>&laquo;&iquest;Acaso la mejor subversi&oacute;n no es la de alterar los c&oacute;digos en vez de destruirlos?&raquo; &mdash;Roland Barthes</p>
  • <p>De pronto, grupos de j&oacute;venes exhib&iacute;an un profundo desprecio hacia la figura del profesor, el polic&iacute;a o sus mayores. Pero suced&iacute;an cosas todav&iacute;a m&aacute;s sorprendentes: ruido de cristales rotos en mitad de la noche, peleas y navajas brillantes rasgando los asientos de los locales que programaban conciertos de rock and roll. El adolescente, como tal, apareci&oacute;, y con &eacute;ste, atroces visiones de grupos salvajes armados con motos y modern jazz, fren&eacute;ticos bailes en la calle o en los pasillos del cine, cabellos cubiertos de grasa, droga como comunicaci&oacute;n e introspecci&oacute;n, cabezas rapadas, canciones que anunciaban un apocalipsis y colapso total inminentes, camisas rotas mostrando los malditos rostros de Bakunin o Charles Manson. Si James Dean o el desafiante Marlon Brando fueron los s&iacute;mbolos de toda una generaci&oacute;n, la subcultura punk resucit&oacute; otros monstruos. Jack el Destripador parec&iacute;a pasear su horrible figura por King's Road... El presente ensayo no deja de ser un borrador que debiera ser convenientemente completado y revisado, en definitiva: ser puesto contra las cuerdas de la dial&eacute;ctica. Aun as&iacute;, sus pretensiones son las de lograr &laquo;leer lo que nunca fue escrito&raquo; (Hofmannsthal) acerca del estilo punk y otras subculturas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, como la teddy boy, rocker, mod o skinhead. Igualmente, se exponen ciertas implicaciones que afectan a lo subcultural, como la estetizaci&oacute;n de la guerra y el concepto de desecho en el estilo y la moda. Lo m&aacute;s complicado de tales planteamientos -como indagar el esp&iacute;ritu que subyace en las subculturas y el estilo- es, asimismo, analizado desde la perspectiva de lo posmoderno y el fin de la historia. Estas breves palabras, ambiciosas por otro lado, deber&iacute;an bastar para entender las intenciones de su autor.</p>
  • <p>Pintada sobre las paredes de la protesta, pero tambi&eacute;n estampada en mochilas, camisetas, colgantes y gorras, incluso en las prendas masculinas m&aacute;s &iacute;ntimas, la A es un signo tan conocido y reconocido que ha acabado por ser considerado un s&iacute;mbolo tradicional de la iconograf&iacute;a libertaria. En realidad, nos explican sus creadores, tiene poco m&aacute;s de cuarenta a&ntilde;os: la A nace como proyecto en Par&iacute;s durante el a&ntilde;o 1964, en el interior de u&ntilde;a peque&ntilde;a red de j&oacute;venes anarquistas, pero comienza su vida p&uacute;blica durante el a&ntilde;o 1966 en Mil&aacute;n, impresa sobre octavillas y carteles de la Giovent&ugrave; Libertaria. Poco despu&eacute;s, la explosi&oacute;n de 1968 -y la invenci&oacute;n providencial del espray de pintura- har&aacute; circular el s&iacute;mbolo por las calles de todo el mundo.</p> <p>Esta in&eacute;dita historia en im&aacute;genes, junto a los relatos que la acompa&ntilde;an, repasa su sorprendente e incluso extravagante difusi&oacute;n planetaria, alcanzada primero bajo el empuje de la pasi&oacute;n libertaria y luego de la cultura punk, hasta su m&aacute;s reciente explotaci&oacute;n comercial. Un viaje por el imaginario contempor&aacute;neo que da cuenta de las m&uacute;ltiples interpretaciones -a menudo inesperadas, tal vez contradictorias- de un s&iacute;mbolo nacido con una fuerte connotaci&oacute;n espec&iacute;fica y transfondo con el tiempo en uno de los signos m&aacute;s usados para expresar no tan s&oacute;lo anarqu&iacute;a, sino tambi&eacute;n revuelta, rechazo, anticonformismo y transgresi&oacute;n en sus m&aacute;s variadas acepciones.</p>
  • <p>Colecci&oacute;n de im&aacute;genes.</p>
  • <p>Dad&aacute; no es burgu&eacute;s, pero se deja querer. Dad&aacute; sin ser pantal&oacute;n tiene bolsillos. T&uacute;, Dad&aacute;, eres inaudible, innombrable, sutil y sin definici&oacute;n, mucho mejor que el Tao. Autonom&iacute;a. Pantinom&iacute;a. Universo. Multiverso. Rimas en terna. La educaci&oacute;n est&aacute; en los idiomas, en picar zanjas y en tirar con arco. Universidad vital. Dad&aacute;, mintamos, un asunto que marcha bien. Dios puede permitirse el lujo de no tener &eacute;xito, Dad&aacute; tambi&eacute;n. Es por ello que se dice que Dad&aacute; es un lujo, o que Dad&aacute; est&aacute; en celo.</p>
  • Identity

    6,00
    <p>identidad (del lat. Identias, -atis) f. Cualidad de id&eacute;ntico. / identity (lat. Identias, -atis.) The fact of being the same in all respects.</p>
  • <p>La &acute;Pataf&iacute;sica fue uno de los revulsivos m&aacute;s serenos del siglo XX. Una suerte de medicamento vomitivo que alivia all&iacute; donde inflama y cura donde congestiona la zona afectada. El objetivo de los siguientes ensayos es dar a conocer las intenciones y peripecias del Colegio de &acute;Pataf&iacute;sica, y adem&aacute;s incluyen la escasamente conocida historia de los miembros de la sucursal argentina, as&iacute; como las andanzas del Otro Ilustre Colegio de &acute;Pataf&iacute;sica de Valencia.</p>
  • <p>[...]<em>Pegar una estampilla, ser operado de apendicitis, utilizar un distribuidor autom&aacute;tico, en estos actos variados descubre coherencias o consecuencias inesperadas, en ocasiones una funci&oacute;n ritual y m&aacute;gica. As&iacute;, desgarra el velo de indiferencia que cubre el mundo cotidiano: el suceso se convierte en cuento maravilloso en virtud de una mirada que rechaza las evidencias ostentadas. De este modo, Jarry hace aparecer mitos hasta entonces invisibles: en las p&aacute;ginas que siguen veremos el retorno regular de la m&aacute;quina que se interpone entre el hombre y el mundo y que se convierte en el objeto de un conflicto terrible. M&aacute;quinas muy reales (como el &laquo;castigador ortom&aacute;tico&raquo; de &laquo;Azotar a las mujeres&raquo;) o m&uacute;ltiples m&aacute;quinas metaf&oacute;ricas tienen una doble funci&oacute;n: aplastar al hombre y su deseo, pero tambi&eacute;n hacerle sospechar que no es m&aacute;s que una m&aacute;quina que se ignora a s&iacute; misma</em>.[...]</p> <p>[...] En las cr&oacute;nicas que aqu&iacute; se re&uacute;nen, Jarry sigue escrupulosamente esta regla: &eacute;l medita sobre gastos cotidianos, peque&ntilde;as pr&aacute;cticas sociales, se interroga acerca de lo que hacemos maquinalmente, acerca de lo que nos sucede.</p>
  • <p>[...] El arte tiene un papel espec&iacute;fico que desempe&ntilde;ar en el espect&aacute;culo. En cuanto deja de responder a necesidad real alguna, la producci&oacute;n s&oacute;lo puede ser justificada en t&eacute;rminos puramente est&eacute;ticos. La obra de arte &ndash;el producto completamente gratuito cuya coherencia es puramente formal&ndash; proporciona en la actualidad la ideolog&iacute;a de la pura contemplaci&oacute;n m&aacute;s potente posible. Como tal es la mercanc&iacute;a por excelencia. Una vida carente de todo sentido aparte de la contemplaci&oacute;n de su propia suspensi&oacute;n en el vac&iacute;o halla su expresi&oacute;n en el gadget: un producto permanentemente anticuado cuyo &uacute;nico inter&eacute;s y utilidad residen en su abstracta ingenuidad t&eacute;cnico-art&iacute;stica y en el estatus que confiere a aquellos que consumen su &uacute;ltima reedici&oacute;n. A medida que pierda cualquier otra raz&oacute;n de ser, la producci&oacute;n en su conjunto se volver&aacute; cada vez m&aacute;s &laquo;art&iacute;sitica&raquo;. [...]</p>
  • <p>[...] El Surrealismo est&aacute; presente all&iacute; donde no se instala la servidumbre, all&iacute; donde el hombre desespera de s&iacute; mismo. El Surrealismo es un estado en permanente revuelta contra todo y contra todos los que no aspiran a su liberaci&oacute;n. No se reconoce m&aacute;s que en lo que tiene de irreductible: una necesidad imperiosa de libertad, a cualquier precio. En tanto que surrealistas, no insistiremos lo suficiente en una cr&iacute;tica implacable de aquello que quiera impedir por cualquier medio la liberaci&oacute;n del hombre, su emancipaci&oacute;n en los dos terrenos: el del esp&iacute;ritu y el social. [...]</p> <p>Se cumplen casi veinte a&ntilde;os del inicio de la actividad del Grupo Surrealista de Madrid como tal, y de su m&aacute;s significativa publicaci&oacute;n, la revista Salamandra. Y sin conocer &ndash;ni mucho menos esperar&ndash; cuando llegar&aacute; su final, reunimos aqu&iacute;, dispuestos en orden cronol&oacute;gico, los escritos redactados de forma colectiva con la intenci&oacute;n de cortarle el paso a los acontecimientos y aportar su particular punto de vista con respecto a la omnipresente cuesti&oacute;n social. El lenguaje, la creaci&oacute;n, el intercambio, el trabajo, el deporte, la relaci&oacute;n con la naturaleza y lo salvaje, la psicogeograf&iacute;a, el juego, el encuentro de distintas cosmovisiones, etc., son &laquo;perfectas coartadas&raquo; para activar una cr&iacute;tica implacable al modelo actual de civilizaci&oacute;n, al que en todos sus aspectos se trata de hostigar, a la vez que se arroja nueva luz sobre las viejas formas de acci&oacute;n que se tornan da&ntilde;inas a la tarea de hacer avanzar la cr&iacute;tica al Viejo Mundo.</p> <p>Para llevar a buen puerto estos fines, el Grupo Surrealista de Madrid hace uso de la percepci&oacute;n, la experimentaci&oacute;n, el juego, la deriva y, en definitiva, de la experiencia de lo maravilloso. Todo esto se concreta en el plano pr&aacute;ctico en un proyecto pol&iacute;tico de vida po&eacute;tica, o lo que es lo mismo, en una &laquo;actividad colectiva empe&ntilde;ada en realizar los sue&ntilde;os&raquo;. Tal proyecto y tal actividad hacen del pensamiento de sensibilidad surrealista (lo que algunos definieron c&oacute;mo &laquo;el padre al que querr&iacute;amos ver muerto&raquo;) un sujeto enteramente vivo, que camina en direcci&oacute;n opuesta a las modernas ideolog&iacute;as &laquo;radicales&raquo; televisadas que ahora se nos ofrecen como manuales de supervivencia. Sin entrar &ndash;de momento&ndash; en la discusi&oacute;n de si el surrealismo es el padre al que odiamos o al que amamos, y al margen del etiquetaje dispuesto para el consumo, proponemos dejar los prejuicios a un lado y embadurnarnos en la harina que mancha este libro, para llegar a constatar en qu&eacute; medida la carga subversiva del surrealismo esta a&uacute;n muy lejos de ser desactivada.</p>
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