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<p>Ante tanto horror deshumanizante que los grandes desafíos de la sociedad actual y la convivencia entre diferentes nos hace experimentar, como si no existiese un ápice de esperanza en la propia condición humana, este texto interfiere directa y positivamente en nuestro estado de ánimo, afirmando que en cada uno de nosotros y de nosotras, tenemos biológicamente instaurado el "instinto" humano del cuidado de la prole. Si en el origen de la humanidad radica "el cuidado de la especie", potenciar incondicionalmente este precioso "instinto" es la real tarea pendiente, cuyas consecuencias no serían otras que la tan deseada estabilidad del psiquismo humano. Necesitamos urgentemente ganar la batalla a la auto-destrucción.</p>
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<p>Cualquiera que sepa algo de Manuel Sacristán y de su polifacética personalidad como lógico y filósofo de la ciencia, militante comunista, traductor y estudioso de la obra de Marx, y temprano introductor de la ecología política o el pacifismo antinuclear en nuestro país tiene por fuerza que sentirse interpelado, entre otras cosas, por su capacidad de anticipación. Sacristán estuvo entre los primeros que plantearon la importancia de la cuestión ecológica para el pensamiento social y la acción política. Y lo hizo mientras encajaba anímica e intelectualmente los primeros síntomas de crisis del movimiento obrero y de la entera tradición comunista a la que había dedicado la mayor parte de su vida adulta. La importancia de su labor intelectual fue –y es– tan destacada, que parece increíble que alguien tan notable como él, cuyas clases eran acontecimientos a los que asistían jóvenes procedentes de otras facultades o que ni siquiera eran universitarios, sea en la actualidad un desconocido para mucha gente que sin saberlo ha aprendido a pensar el mundo en unos términos que en cierta medida Sacristán contribuyó a formular años antes. Salvador López Arnal, en el marco de la tarea que ha emprendido para rescatarlo de ese absurdo olvido, ha optado aquí por organizar en aforismos diversos retazos de los papeles inéditos de Sacristán, combinándolos con algunos pasos escogidos de otros escritos ya publicados. El conjunto de textos, de impresionante lucidez –lucidez con la que vivió anticipadamente la profunda ruptura de nuestro tiempo–, es un magnífico compendio de lo que ya en sí misma fue una obra fragmentaria y dispersa, pero siempre generosamente iluminadora, que abarca reflexiones filosóficas, políticas, científicas o literarias abordadas con el estilete de una inteligencia deslumbrante.</p>
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<p>Otto Gross (1877-1920). Asistente de Sigmund Freud y uno de los primeros investigadores del psicoanálisis. En Munich entra en contacto con los círculos de la bohemia revolucionaria y rompe con Freud a causa de la orientación crítica y política que le da a la técnica psicoanalítica. Otto Gross tuvo una considerable influencia sobre los artistas y escritores de su generación, entre ellos, Franz Kafka, a quien conoció durante su estancia en Praga, que se inspiró en su detención y encierro en un psiquiátrico, cuyo artífice fue el padre, para la redacción de su obra <i>El proceso</i>.</p>
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<p>La tradición que hace de Prometeo (el que ve por anticipado, el previsor) el padre mitológico de la técnica y del progreso tecnológico, olvida la figura de su hermano gemelo Epimeteo (el descuidado u olvidadizo, el que ve sólo demasiado tarde, una vez consumadas las cosas), de cuyo pecado de omisión, que deja al hombre desnudo y desarmado frente a la naturaleza, se deriva la peculiar condición de la humanidad, asociada inalienablemente a esa "conquista del espacio y del tiempo" que, a través de la exteriorización de la técnica, lo inscribe sin remedio en la "conciencia de la muerte". A partir de la confluencia entre estas dos figuras geminadas y contrapuestas, Bernard Stiegler aborda la revolución tecnológica en su radical autonomía, en el seno de una estirpe al mismo tiempo antropológica y filosófica a cuya luz se adivina el surgimiento –casi, diríamos, filogenético– de un hombre nuevo, un hombre "en otra escala", un sobre-hombre del que apenas si sabemos algo todavía pero que debemos analizar lejos tanto del rechazo apocalíptico como del entusiamo tecnomaníaco si queremos afrontar el "cambio de época" en condiciones de comprender, y quizás gestionar, "el proceso de decisión". De Leroy-Gourham a Heidegger, el primer tomo de este libro exigente, riguroso e indispensable, plantea el angustioso interrogante de la revolución tecnológica en la encrucijada múltiple de la historia de las técnicas, la filosofía, la paleontología, la mitología y la investigación cultural.</p>
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<p>Si «El pecado de Epimeteo» se proponía demostrar que el hombre está necesitado de «orientación» (de asistencia «técnica» en el extravío de su naturaleza) porque está «originariamente desorientado», la segunda parte de la obra de Stiegler nos enfrenta a la particular desorientación de una época, sometida a la «industrialización de la memoria», en la que el tiempo devora el espacio y de la que, por tanto, están ausentes «los puntos cardinales». Las nuevas técnicas analógico-numéricas de tratamiento y conservación del saber, que cubren todo el campo de las ciencias, desde la biología hasta la producción militar, implican la generalización industrial de eso que Husserl llamaba «objetos temporales». En el marco del nuevo calendario el «flujo de conciencia» de la colectividad mundial coincide con las emisiones temporales de los productos de las «industrias de programas», con la consiguiente subversión del concepto mismo de «acontecimiento». La posibilidad de «juzgar», de tomar decisiones, de mantener abierto el espacio de la polis (inseparable de esa técnica primera que fue la escritura) en el «tiempo real» de las nuevas tecnologías es el reto que nos obliga a asumir Stiegler a partir de una historia de la imagen y de la escritura sobre el fondo –o contra él– del pensamiento fenomenológico. La tercera parte de La técnica y el tiempo, titulada El Cine, acaba de aparecer en Francia.</p>
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<p>Este libro es un descubrimiento filosófico de un tesoro olvidado (a Calderón lo descubrió A. W. Schlegel) de una filosofía nacida en el siglo XIV.</p> <p>Sem Tob es un dialéctico que no cree en los sistemas cerrados de filosofía; usa el aforismo en una exposición multidimensional que lo hace plenamente postmoderno desde su punto de partida: el excepticismo que busca orientarse hacia la verdad en un mundo inestable, confuso, de contrarios, donde la locura triunfa, el caos más que el orden.</p>
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<p>En lo sucesivo el sistema técnico mundial se funda íntegramente en las tecnologías digitales. Una consecuencia fundamental de esta situación de hecho es la integración funcional de las mnemotecnologías en el sistema de producción de los bienes materiales, lo que constituye una inmensa ruptura histórica: son los dispositivos de producción de los símbolos, que hasta ahora señalaban unas esferas de lo artístico, de lo tecnológico, de lo jurídico y de lo político, los que en lo sucesivo son completamente absorbidos por la organización mundial del comercio y de la industria. La producción simbólica está hegemónicamente controlada por las industrias culturales en la medida en que éstas se han apoderado de los dispositivos retencionales que configuran el tiempo en su forma más pura: como flujo de conciencia. Precisamente bajo el nombre de industria cultural Adorno y Horkheimer denunciaron este devenir industrial de la actividad del espíritu, es decir, su sumisión exclusiva a los criterios mercantiles de selección. Vieron en ello una perversión de esta operación de la imaginación trascendental que Kant llama el esquematismo. Según ellos, esta perversión la hizo posible un proceso de exteriorización técnica del proceso de producción de los esquemas, en la que ellos veían el colmo de la alienación de los espíritus y de los cuerpos. El tiempo del cine y la cuestión del malestar quiere demostrar a la vez la urgencia de esta cuestión, la gran debilidad de este análisis y la necesidad de proceder, frente al hecho histórico de la industrialización del espíritu, a una crítica de los apartados de la Crítica de la razón pura respecto al análisis del esquematismo.</p>