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<p>En 1918, cuando casi todos los progresistas americanos apoyaban la guerra y la participación en ella de su país, Randolph Bourne (1886-1918) un joven intelectual escribía un lúcido ensayo antibelicista: según él, la guerra revelaba el verdadero rostro del Estado, que se servía de ella para extender su dominio en el extranjero y aplastar toda disidencia interna con leyes de excepción. Allí figura el aforismo que le hizo célebre: La guerra es la salud del Estado.</p> <p>Bourne mostró desde joven un talento precoz para la escritura, colaborando con medios progresistas como <em>The Atlantic Monthly</em> o <em>The New Republic</em>. Pero simpatizaba cada vez más con la causa de los trabajadores, identificándose con los explotados y oprimidos por experiencia directa derivada de su discapacidad física (era un jorobado de 1,50 m con el rostro deforme) y su precariedad laboral. Desde 1914, su inflexible postura antibelicista lo enfrentó a casi toda la izquierda americana, que lo marginó y expulsó de sus medios.</p> <p>En los textos que presentamos aquí, «La guerra y los intelectuales» y «El Estado», Bourne ejecuta un análisis mordaz de cómo el intelectual progresista americano, aliándose con las fuerzas más reaccionarias, abandona su pacifismo e internacionalismo por una guerra «en pos de la democracia», y muestra al Estado en tanto que maquinaria para borrar toda disidencia e imponer un pensamiento único.</p>
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<p>Un año después de su inicio, la compresión y percepción de la guerra ha cambiado. El conflicto ofrece datos a tiempo real sobre la correlación de fuerzas global. En la tragedia de Ucrania se miden las grandes potencias nucleares del mundo. Rusia se transforma. China muestra su peso. El Sur global camina hacia su recesión. El cierre de filas del Occidente ampliado incluye riesgos de crisis interna del hegemonismo, capaces de acelerar su declive y degenerar por ello en una guerra mayor.</p> <p>Lo que está en juego es mucho más que el destino de Ucrania. La guerra es un desastre sin paliativos del Norte global en su conjunto. Una criminal pérdida de tiempo para la humanidad en el periodo del antropoceno. Esa “izquierda de derechas”, partidaria de alimentarla con el envío de armas, haría bien en corregir el tiro e inspirarse en la célebre canción “El desertor” de Boris Vian: “si hay que dar la sangre por la patria, dé usted la suya, señor Presidente!”.</p>
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<p>El último libro de Oskar Lafontaine, que ha agotado ya cinco ediciones en Alemania, es un alegato razonado por el alto el fuego y las negociaciones de paz en la guerra de Rusia contra Ucrania.</p> <p>El expresidente del SPD sostiene que es hora de la construcción de una arquitectura de seguridad europea, sin Estados Unidos.</p> <p>«El interés de EE.UU. no es defender a Europa, sino tener a Europa como avanzadilla disponible para sus intereses como potencia mundial. En este momento Estados Unidos es el gran ganador de la guerra de Ucrania. Es el proveedor de armas en grandes cantidades a sus socios, como los alemanes y los polacos; han desplazado de Europa el gas barato ruso y ahora pueden cumplir por fin lo que deseaban desde hace años: vender su gas de fracking en Europa, obtenido a través de técnicas muy perjudiciales para el medio ambiente. Y han conseguido lo que Kissinger propuso hace muchos años: confrontar a Europa con Rusia bajo el principio de “divide et impera” (divide y vencerás) para asegurar su poder.»</p>