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<p>La victimización de las mujeres es inseparable del rol histórico que se les ha atribuido en relación con la violencia. Reducir su papel al de cuidadoras u objetos de protección por parte de los hombres ha servido para criminalizar y castigar como monstruosa toda desviación de esa denominada «condición femenina». Mediante la ley y las instituciones, y desde los medios de comunicación y las propias relaciones sociales, se articula y se transforma una norma de género que castiga a quienes la transgreden. <em>Putas e insumisas</em> no solo cuestiona este escenario de opresión, sino que reivindica la autonomía y la capacidad de autodefensa individual y colectiva, desmitificando la relación social e imaginaria que dibuja a las mujeres como seres pasivos. Las mujeres recibimos... pero también repartimos.</p>
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<p>Los medios conservadores presentan a las feministas como mujeres antihombres, siempre enfadadas. Pero muy al contrario, el feminismo ha logrado mejorar la vida de todas las personas. Gracias al feminismo, todos vivimos de forma más igualitaria: en el trabajo y en casa, en nuestras relaciones sociales y sexuales. Gracias al feminismo, la violencia doméstica ya no es un secreto, se ha normalizado el uso de anticonceptivos y todos somos un poco más libres.<br /> <br /> No obstante, el feminismo quería mucho más que la igualdad entre hombres y mujeres. Cuando hablaba de hermandad entre mujeres, quería superar las fronteras de clase y raza, transformar el mundo de raíz. El feminismo es antirracista, anticlasista y antihomófobo o no merece ese nombre. Muchas mujeres blancas hacen uso del feminismo para defender sus intereses pero no mantienen este compromiso con las mujeres negras, precarias y lesbianas; eso no es feminismo.<br /> <br /> Tanto daño hace al movimiento una mujer que reproduce el sexismo como aporta un hombre feminista. El feminismo es para las mujeres y para los hombres. Necesitamos nuevos modelos de masculinidad feminista, de familia y de crianza feminista, de belleza y de sexualidad feminista. Necesitamos un feminismo renovado que explique con palabras sencillas que pretendemos superar el sexismo y colocar el apoyo mutuo en el centro. Eso es el feminismo. Y ese es el objetivo de este libro</p>
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Sin stock<p>Los debates en torno a la masculinidad y la creación de ­grupos de hombres, han carecido hasta ahora de una revisión crítica sobre su verdadero alcance transformador. En ­Masculinidades y feminismo, se cuestiona la noción, a priori positiva, de nuevas masculinidades. </p> <p>Por lo general, estas se componen de adultos heterosexuales, de clase media blanca y con núcleos familiares heteronormativos que, a menudo, excluye a las masculinidades homosexuales, afeminadas, trans*, menores o adolescentes, migrantes, personas mayores o mujeres masculinas. <br /> <br /> En la práctica, nos encontramos ante grupos autoreferenciales que enfatizan cada vez más la propia identidad masculina, en lugar de ahondar en las relaciones de poder o el diálogo con el feminismo. Esto muestra cómo el hombre sigue viéndose y mirándose como principio y fin, superhéroe en el campo de la lucha por la igualdad. Asimismo, la ficción entre nueva y vieja masculinidad, sustituye a la comprensión del desarrollo histórico de la dominación patriarcal por una difusa división generacional. <br /> <br /> La supuesta e insuficiente asunción de roles en campos como la paternidad o las tareas domésticas, oculta la profunda desigualdad de género existente en lo social, y el hecho de que los hombres seguimos monopolizando los espacios de socialización, sin renunciar a nuestros privilegios en el trabajo, los movimientos sociales, etc. <br /> <br /> La pregunta es si se puede acabar con la desigualdad sin acabar también con la masculinidad y, por lo tanto, si esta debe reformarse, transformarse o abolirse. </p>
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<p>Las últimas décadas, periodo de neoliberalismo y de giro autoritario de las formas de gobierno, han venido igualmente marcadas por una creciente violencia contra las mujeres. Los asesinatos sistemáticos de Ciudad Juárez se han convertido en un ensayo a escala planetaria, desbordándose allí donde el Estado se ha descompuesto en sus tradicionales funciones soberanas. El capitalismo exacerbado, producto de una modernidad-colonialidad nunca superada, se descarga ahora en las nuevas guerras contra las mujeres, destruyendo la sociedad al tiempo que sus cuerpos.</p> <p>Comprender este nuevo giro violento del patriarcado, que Segato considera acertadamente la primera estructura de dominación en la historia de la humanidad, implica desplazarlo «del borde al centro».</p> <p>De acuerdo con la autora, sólo a partir de una revitalización de la comunidad y de una repolitización de lo doméstico será posible detener el femigenocidio hoy en marcha. Se juega en ello nada menos que el futuro de la humanidad.</p>
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<p>De la emancipación de la servidumbre a las herejías subversivas, un hilo rojo recorre la historia de la transición del feudalismo al capitalismo. Todavía hoy expurgado de la gran mayoría de los manuales de historia, la imposición de los poderes del Estado y el nacimiento de esa formación social que acabará por tomar el nombre de capitalismo no se produjeron sin el recurso a una extrema violencia. La acumulación originaria exigió la derrota de los movimientos campesinos y urbanos, que normalmente bajo la forma de la herejía religiosa reivindicaron y pusieron en práctica diversos experimentos de vida comunal y reparto de la riqueza. Su aniquilación abrió el camino a la formación del Estado moderno, la expropiación y cercado de las tierras comunes, la conquista y expolio de América, la apertura del comercio de esclavos a gran escala y una guerra contra las formas de vida y las culturas populares que tomó a las mujeres como su principal objetivo.</p> <p>Al analizar la quema de brujas, Federici no sólo desentraña uno de los episodios más inefables de la historia moderna, sino el corazón de una poderosa dinámica de expropiación social dirigida sobre el cuerpo y la reproducción femenina. Ésta constituye a un tiempo el acta de nacimiento de nuestra época como el registro de unas voces imprevistas (las de los subalternos: Calibán y la bruja) que todavia hoy resuenan con fuerza en las luchas que resisten a la continua actualización de la violencia originaria.</p>