Antropología y sociología

  • <p>La tragedia de la edad moderna, desde la que nos entendemos a nosotros mismos, es doble: por primera vez, vivimos en una sociedad en la que no s&oacute;lo no podemos ser &quot;seres racionales&quot;, sino que tampoco podemos ya ser sencillamente &quot;hombres&quot;. Es preciso comenzar por interrogar a la antropolog&iacute;a para medir la magnitud de este desastre, en el que ni la raz&oacute;n ni el hombre pueden ser ya &quot;la medida de todas las cosas&quot;. Este famoso dilema plat&oacute;nico sigue siendo, lo queramos o no, el &uacute;nico punto de partida para entender todas las encrucijadas sobre las que se ha levantado el edificio pol&iacute;tico de la sociedad moderna. &iquest;Qu&eacute; mide la sociedad moderna y con que m&eacute;tron se ha exigido medirse a s&iacute; misma? La pregunta hay que remontarla a un momento en que Plat&oacute;n denunciaba el Teatro como el m&aacute;ximo rival de la Academia, explicando que la democracia no hab&iacute;a sepultado la aristocracia m&aacute;s que para corromperse en seguida en una perniciosa &quot;teatrocracia&quot;. El lema del friso de la Academia, &quot;no entre aqu&iacute; quien no sepa geometr&iacute;a&quot; nos obliga a plantear la relaci&oacute;n entre dos formas de medir: &iquest;qu&eacute; pasa con la medida en el espacio tr&aacute;gico? &iquest;qu&eacute; mide lo tr&aacute;gico y qu&eacute; mide la geometr&iacute;a? Y en &uacute;ltimo t&eacute;rmino: &iquest;qu&eacute; mide y qu&eacute; pretende medir la idea de un Estado de Derecho?</p>
  • <p>Pretensi&oacute;n de este ensayo, o algo as&iacute;, es proyectar una visi&oacute;n panor&aacute;mica del humor a trav&eacute;s de autores, cultores y culturas, formas y expresiones singulares y plurales. Todas sus poli&eacute;dricas y multifac&eacute;ticas incisiones, manifestaciones y vivencias, nos ense&ntilde;an de su vigor universal, de su realidad benefactora y saludable.</p>
  • <p>En este libro, el lector tiene una selecci&oacute;n de trabajos de Eloy Terr&oacute;n sobre <em>La cultura y los hombres</em>. Su autor es bien conocido en los c&iacute;rculos intelectuales y universitarios de nuestro pa&iacute;s. Y no s&oacute;lo por su labor como presidente del Colegio de Licenciados y Doctores de Madrid y del Club de Amigos de la Unesco de Madrid durante la dictadura. Tambi&eacute;n se distingue por su larga actividad docente e investigadora.</p>
  • <p>- Ignacio Ramonet:La tecnolog&iacute;a: revoluci&oacute;n o reforma. El caso de la informaci&oacute;n.</p> <p>- James Petras: La condici&oacute;n humana en el nuevo milenio: barbarie o liberaci&oacute;n</p>
  • <p>En la cultura cristiana en la Edad Media reglamentada por la religi&oacute;n, &iquest;c&oacute;mo incid&iacute;a una &quot;cultura popular de la risa&quot;?. Los trabajos de esta obra discuten desde diversos puntos de vista la validez de la &quot;cultura popular de la risa&quot;. Concepto ya introducido por Bajtin al que ahora se incorporan otros textos suyos y las opiniones de algunos estudiosos y compatriotas suyos poco conocidos, sobretodo, en espa&ntilde;ol.</p>
  • <p>Explora las sociolog&iacute;as de la vida cotidiana como un campo para conocer las sociedades actuales, en el que se estudia la subjetividad social, el sentido y los significados del hacer humano, la forma en que los individuos viven su vida pr&aacute;ctica, los procesos de producci&oacute;n de la sociedad a trav&eacute;s de las pr&aacute;cticas con sentido. Para este campo, la espacio-temporalidad es indisociable de la acci&oacute;n; por ello, el espacio y el tiempo son constructos que llevan consigo significados.</p>
  • <p><span style="">Como demuestra la autora en su an&aacute;lisis del Cor&aacute;n, los pasajes que discriminan a la mujer, bien reduci&eacute;ndola a mero objeto de cambio, bien olvid&aacute;ndose de ella en el Para&iacute;so, concebido exclusivamente para lograr la satisfacci&oacute;n de los creyentes, han calado profundamente en el inconsciente musulm&aacute;n, mientras que aquellos otros en que se considera a la mujer en pie de igualdad con el hombre siguen siendo silenciados.</span></p>
  • <p>Esta obra pone de manifiesto de qu&eacute; modo puede ayudarnos la antropolog&iacute;a a comprender un mundo que est&aacute; experimentando profundos cambios en las relaciones entre los gobiernos y las sociedades regidas por ellos. Si algunos acontecimientos parecen encerrar la promesa de una mayor libertad, no es menos cierto que el Nuevo Orden Mundial est&aacute; pre&ntilde;ado de s&iacute;ntomas de crisis: de los explosivos nacionalismos de la antigua Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica y los disturbios de Mogadiscio al creciente escepticismo p&uacute;blico occidental frente a los pol&iacute;ticos y el proceso pol&iacute;tico.</p> <p>En un estudio pol&eacute;mico y minucioso, John Gledhill examina c&oacute;mo el an&aacute;lisis de los problemas contempor&aacute;neos es potenciado por el estudio de los movimientos sociales locales y populares, las redes de poder paralelas y los procesos de resistencia, as&iacute; como por la interacci&oacute;n del saber cultural con las pol&iacute;ticas de poder. Gledhill tambi&eacute;n aborda la funci&oacute;n pol&iacute;tica de la propia antropolog&iacute;a, disciplina nacida del colonialismo que, no obstante, enfrente a sus practicantes con una inc&oacute;moda visi&oacute;n, pr&oacute;xima a las necesidades y pugnas de los individuos y las comunidades v&iacute;ctimas de injusticias y opresi&oacute;n.</p>
  • <p>Esta obra es el resultado de aplicar a la sociolog&iacute;a espa&ntilde;ola, en tantto que instituci&oacute;n, la actividad de objetivizaci&oacute;n de la realidad social que los soci&oacute;logos emplean para estudiar otras instituciones. Reconocer en la g&eacute;nesis y en las transformaciones de la sociolog&iacute;a espa&ntilde;ola la inercia de los efectos heredadeos del pasado constituye una de las condiciones para poder luchar contra una materialidad que permanece, entre otras cosas, porque se presenta arropada por la aureola de una presunta fuerza del destino.</p>
  • <p>&iquest;Qui&eacute;n soy &quot;yo&quot;? &iquest;Qui&eacute;nes somos &quot;nosotros&quot; y qui&eacute;nes son todos esos &quot;ellos&quot; que nos habr&aacute;n de servir de contraste? &iquest;Qui&eacute;n y qu&eacute; define ese &quot;nosotros&quot; y ese &quot;ellos&quot;? En una sociedad como la nuestra nadie puede ser reducido a la unidad identitaria. Todos compartimos varias identidades, no siempre bien avenidas ni compatibles. En nosotros conviven pertenencias, fidelidades, adscripciones y filiaciones a instituciones, organizaciones formales e informales, familias, etnias, confesiones religiosas, gustos y aficiones que trascienden con frecuencia las fronteras nacionales y que nos convierten en contrabandistas continuos entre campos identitarios muchas veces en conflicto entre s&iacute;.</p> <p>Todas esas identidades se nutren de una presunta &quot;memoria colectiva&quot;, reproducida y transmitida a trav&eacute;s de la familia, la escuela, la propaganda pol&iacute;tica, los medios de comunicaci&oacute;n, etc. Existen tambi&eacute;n identidades de s&iacute;ntesis, entrecruzamientos identitarios de los que la &quot;europeidad&quot; es un buen ejemplo. Por desgracia, vemos reproducirse a nuestro alrededor fen&oacute;menos en los que una identidad se arroga la preponderancia sobre todas aquellas otras con las que comparte un mismo espacio social, hasta el punto de marginar y discriminar a quienes no la comparten. En esta obra se plantea c&oacute;mo se produce, circula y se interioriza el sentimiento de identidad compartida, cu&aacute;les son los dispositivos simb&oacute;licos que hacen posible que tantas veces esa identidad pase por una cualidad natural, cuando no es sino un producto de la historia y de las din&aacute;micas pol&iacute;tico-sociales. Las respuestas a qu&eacute; es lo que funda y leg&iacute;tima las identidades grupales nos ayudar&aacute;n a entender las l&oacute;gicas de exclusi&oacute;n e inclusi&oacute;n que de ellas inevitablemente se derivan.</p>
  • Laicidad

    10,00
    <p>El laicismo no supone simplemente la aconfesionalidad pasiva del Estado, sino una aconfesionalidad activa concretada en el compromiso de crear y preservar un espacio c&iacute;vico-pol&iacute;tico definido exclusivamente por la &eacute;tica y el simbolismo civil. La laicidad no se reduce tampoco a un debate entre clericalismo y anticlericalismo, sino a algo mucho m&aacute;s fundamental, un proceso que aspire a establecer un poder p&uacute;blico al servicio de las mujeres y los hombres considerados en su condici&oacute;n de ciudadanos, y no en funci&oacute;n de su identidad nacionalitaria, &eacute;tnica, de clase o religiosa. Una sociedad democr&aacute;tica vigorosa necesita de s&oacute;lidas instituciones pol&iacute;ticas que garanticen una ciudadan&iacute;a social y laica, y una vida civil, din&aacute;mica, abierta al mundo y con una personalidad que emane naturalmente de sus formas de convivencia. Conforme a tal prop&oacute;sito, el centro y fundamento de lo pol&iacute;tico no es ninguna esencia colectiva, ni el ius sanguinis, ni la adhesi&oacute;n a una fe revelada por muy verdadera que se crea, ni por supuesto la gloria de una dinast&iacute;a o la hegemon&iacute;a de una etnia, una raza, una idiosincrasia colectiva o una determinada cultura popular, sino la realizaci&oacute;n material y moral de aquel proyecto de convivencia del que la laicidad es requisito y cuya divisa contin&uacute;a siendo, hoy como ayer, la misma: Libertad, Igualdad, Fraternidad.</p>
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