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<p>Las elecciones del 28 de abril de 2019, y su extensión del 10 de noviembre, pasarán a la historia de España por haber confirmado la presencia parlamentaria de la extrema derecha, pero, además, han permitido establecer por primera vez una relación clara, directa e irrefutable con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: así lo demuestran la ubicación de bases, comandancias y viviendas militares, y los resultados electorales de Vox en dichos emplazamientos, por encima de los obtenidos en el entorno.</p> <div> </div> <div>No es que hasta ese momento no hubiera indicios al respecto, pero, aun vistos en su conjunto, podían ser rechazados por causales por aquellos que, desde políticos hasta periodistas, pasando por académicos o intelectuales, niegan y han negado una y otra vez tal obviedad.</div> <div> </div> <div>Se ha sido muy renuente a aceptar que existiera una vinculación entre la extrema derecha y las Fuerzas Armadas. Desde las elecciones de 2019, desde la publicación de este libro, será imposible negarlo.</div>
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<p>Este libro recoge trazos históricos de mujeres que, desde principios del siglo XX, se organizaron para conseguir derechos e instaurar otra racionalidad desde la que afrontar los conflictos que asolaban el mundo. Encarnaron un feminismo que podemos nombrar como pacifista y que concebimos como una tradición de pensamiento y acción, difusa en su delimitación, pero clara en su defensa de la paz. El núcleo del feminismo pacifista lo constituyeron mujeres que desplegaron un potente discurso contra la guerra y propusieron las bases para lograr una paz permanente. Asimismo, contribuyeron a esta tradición las que se organizaron a favor de lo que conocemos como paz positiva, las que reclamaron derechos y propusieron medidas para establecer condiciones de vida más justas e igualitarias, para ellas y sus sociedades. Una clave de este feminismo pacifista fue su internacionalismo, su vinculación con organizaciones que traspasaron fronteras y constituyeron un movimiento internacional de mujeres.</p>
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<p>En 1918, cuando casi todos los progresistas americanos apoyaban la guerra y la participación en ella de su país, Randolph Bourne (1886-1918) un joven intelectual escribía un lúcido ensayo antibelicista: según él, la guerra revelaba el verdadero rostro del Estado, que se servía de ella para extender su dominio en el extranjero y aplastar toda disidencia interna con leyes de excepción. Allí figura el aforismo que le hizo célebre: La guerra es la salud del Estado.</p> <p>Bourne mostró desde joven un talento precoz para la escritura, colaborando con medios progresistas como <em>The Atlantic Monthly</em> o <em>The New Republic</em>. Pero simpatizaba cada vez más con la causa de los trabajadores, identificándose con los explotados y oprimidos por experiencia directa derivada de su discapacidad física (era un jorobado de 1,50 m con el rostro deforme) y su precariedad laboral. Desde 1914, su inflexible postura antibelicista lo enfrentó a casi toda la izquierda americana, que lo marginó y expulsó de sus medios.</p> <p>En los textos que presentamos aquí, «La guerra y los intelectuales» y «El Estado», Bourne ejecuta un análisis mordaz de cómo el intelectual progresista americano, aliándose con las fuerzas más reaccionarias, abandona su pacifismo e internacionalismo por una guerra «en pos de la democracia», y muestra al Estado en tanto que maquinaria para borrar toda disidencia e imponer un pensamiento único.</p>
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<p>"Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué pena! Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá..." Al igual que él, Jan Castres fue movilizado por la armada francesa al estallar la gran guerra de agosto de 1914. Fue trasladado a un país que no era el suyo, pese a que su nacionalidad decía lo contrario, y junto con reclutas del otro lado de los Pirineos, vestidos como él con el uniforme azul y pantalones rojos, fueron conducidos hacia la frontera belga en medio de un infierno llamado Charleroi Así finalizaba en La montaña mágica, con la incertidumbre sobre el destino del desconcertado protagonista. Mi atrevimiento es ahora fabular sobre cómo Jan Castres se libra de una muerte casi segura y maquilla su deserción para convertirse en un héroe. Su instinto de supervivencia, aderezado por una singular imaginación, propia de un iluso arrogante, no exenta a partes iguales de bondad y ruindad, le llevará hasta París El personaje del protagonista está basado en Hans Castorp, del genial Thomas Mann. He procurado no desviarme de la curiosa personalidad que le otorgó el maestro alemán, ese joven que ingresó voluntariamente durante años en el balneario de La montaña mágica, refugio de inseguridades y miedo, donde encontró la amistad, el maestrazgo y también el más apasionado amor. El amor que no había renunciado a encontrar algún día con su adorada Claudia Chauchat, ingresada en el sanatorio de Davos</p>