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<p>Este libro supone una contribución al conocimiento de la himnografía neoplatónica de la escuela de Atenas en el siglo V d.C. Proclo Licio Diádoco, último sabio de la Antigüedad, cumple el proyecto de elaborar una síntesis teológica de la tradición helénica y extranjera. Su poesía, conservada en una pequeña parte de entre los numerosos himnos que compuso, está escrita en el metro y la lengua de Homero. Estos himnos teúrgicos de Proclo coronan la sinfonía de las teologías platónica, pitagórica, órfica y caldea. El filósofo-poeta se erige, como señala su discípulo Marino, en hierofante del mundo entero.</p>
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<p>Sólo la desesperación nos libera de la mentira interior; sólo ella nos devuelve a la realidad árida, desnuda, casi cadáver, de una condición humana ajena al menor brillo y a la más nimia trascendencia. Instrumento de la liquidación sumaria de toda Quimera, podríamos definir la desesperación como un abrir los ojos sin cobardía ante el fantasma de lo que creemos que somos; un reconocimiento frío y sosegado de nuestra pequeñez de mugre, de nuestra insignificancia de ruido tenue en medio de una noche cualquiera, de nuestra impotencia de hojarasca mecida por los vientos más comunes.</p>
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<p><span style="font-size: 10pt;">A partir de un problema de traducción de un discurso de la comandante zapatista Ana María, el autor inicia una indagación acerca del tipo de pensamiento, de la concepción del mundo, en fin, que hay detrás de unas lenguas (tzeltal, tojolabal...) en cuya sintaxis no hay complemento directo, simplemente porque la relación sujeto/objeto, característica del pensamiento occidental, no existe. Y es así porque en las comunidades indígenas sólo existe relación entre iguales, es decir, no se concibe relación alguna con lo que es exterior al individuo -ni entre individuos- que no se dé sobre un plano de reciprocidad. Los tres ensayos que componen <i>El mito de la Razón</i>, “se presentan como tres momentos de una reflexión sobre nuestra cosmovisión”, una visión del mundo basada en el pensamiento escindido (cultura/naturaleza) que arranca de la Grecia clásica y que, como forma de razón positiva, se ha erigido en principio de evaluación universal, en tanto razón objetiva: la Razón. Esta escisión se corresponde con la división social y la dinámica de sometimiento a través de la esclavitud, la servidumbre, y el asalariado que fundamentan la civilización occidental desde hace siglos y que se orienta hacia el dominio y valorización del mundo en tanto objeto exterior al sujeto. En este sentido, la negación del “pensamiento racional” en los llamados pueblos primitivos es una condición previa a su sometimiento y colonización por parte de la cultura occidental. Prosiguiendo la senda de las corrientes más críticas y desprejuiciadas de la antropología (Pierre Clastres, Marshall Sahlins...), <b>Georges Lapierre</b> polemiza con algunos filósofos e historiadores (Jean-Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet) y expone sus objeciones a lo que sería “el Mito del nacimiento de la Razón” del que se nutre la cultura en Occidente.</span></p>
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<p>[...]<em>Pegar una estampilla, ser operado de apendicitis, utilizar un distribuidor automático, en estos actos variados descubre coherencias o consecuencias inesperadas, en ocasiones una función ritual y mágica. Así, desgarra el velo de indiferencia que cubre el mundo cotidiano: el suceso se convierte en cuento maravilloso en virtud de una mirada que rechaza las evidencias ostentadas. De este modo, Jarry hace aparecer mitos hasta entonces invisibles: en las páginas que siguen veremos el retorno regular de la máquina que se interpone entre el hombre y el mundo y que se convierte en el objeto de un conflicto terrible. Máquinas muy reales (como el «castigador ortomático» de «Azotar a las mujeres») o múltiples máquinas metafóricas tienen una doble función: aplastar al hombre y su deseo, pero también hacerle sospechar que no es más que una máquina que se ignora a sí misma</em>.[...]</p> <p>[...] En las crónicas que aquí se reúnen, Jarry sigue escrupulosamente esta regla: él medita sobre gastos cotidianos, pequeñas prácticas sociales, se interroga acerca de lo que hacemos maquinalmente, acerca de lo que nos sucede.</p>
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<p>[...] La vida es bella para quien traspasa las fronteras de lo convencional, se evade del infierno industrial y huye lejos del humo insalubre de las fábricas y del hedor pestífero de las tabernas; para quien se despreocupa de las restricciones de la respetabilidad, de los temores del «qué dirán» y de las murmuraciones vulgares. La vida es bella para el anarquista. [...] Antes una choza, un vaso de agua y un puñado de castañas, que la labor en común con quien no place. Que toda la civilización perezca con sus casas de seis pisos, sus ascensores, sus aeroplanos, sus rápidos, su telegrafía sin hilos y sus monstruos marinos de guerra, si todo esto hace aumentar la dependencia del individuo. [...]</p>
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<p>Fruto de 40 años de tentativas, intenta el descubrimiento de (partes de) la gramática de una lengua viva, inexistente, e.e. fuera de la Historia . El método pués se contrapone con el de la Lingüística Histórica Comparativa, en especial indoeuropea; y trata de enlazar el descubrimiento con los ricos y firmes resultados de la Ling. Hist. Comp. I.ea., que dan al estudio su fundamento, y, con muchos de sus problemas no resueltos, incitación. Se centra y origina en el índice –ES- ( el que dura todavía en esp. –se de ese, Cópula es, -s de Dios, -s de 2ª pers. sg. , entre otros sitios) y a partir de ahí se refiere a muchos otros índices monofonemáticos, que como tales se contraponen a la palabra, difonemática en principio. Tras unas ‘Razones del estudio’, I ‘Presentación del problema: el índice S/ES/SO’, II ‘Cuestiones de método, términos y tipos’, III ‘Fonémica y prosodia’, IV ‘Lista de índices monofonemáticos’, V ‘Esquema regresivo de gramáticas’, y cuatro ensayos ex cursu sobre problemas morfológicos necesitados de esclarecimiento.</p>
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<p>Ante tanto horror deshumanizante que los grandes desafíos de la sociedad actual y la convivencia entre diferentes nos hace experimentar, como si no existiese un ápice de esperanza en la propia condición humana, este texto interfiere directa y positivamente en nuestro estado de ánimo, afirmando que en cada uno de nosotros y de nosotras, tenemos biológicamente instaurado el "instinto" humano del cuidado de la prole. Si en el origen de la humanidad radica "el cuidado de la especie", potenciar incondicionalmente este precioso "instinto" es la real tarea pendiente, cuyas consecuencias no serían otras que la tan deseada estabilidad del psiquismo humano. Necesitamos urgentemente ganar la batalla a la auto-destrucción.</p>
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<p>Otto Gross (1877-1920). Asistente de Sigmund Freud y uno de los primeros investigadores del psicoanálisis. En Munich entra en contacto con los círculos de la bohemia revolucionaria y rompe con Freud a causa de la orientación crítica y política que le da a la técnica psicoanalítica. Otto Gross tuvo una considerable influencia sobre los artistas y escritores de su generación, entre ellos, Franz Kafka, a quien conoció durante su estancia en Praga, que se inspiró en su detención y encierro en un psiquiátrico, cuyo artífice fue el padre, para la redacción de su obra <i>El proceso</i>.</p>
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<p>La tradición que hace de Prometeo (el que ve por anticipado, el previsor) el padre mitológico de la técnica y del progreso tecnológico, olvida la figura de su hermano gemelo Epimeteo (el descuidado u olvidadizo, el que ve sólo demasiado tarde, una vez consumadas las cosas), de cuyo pecado de omisión, que deja al hombre desnudo y desarmado frente a la naturaleza, se deriva la peculiar condición de la humanidad, asociada inalienablemente a esa "conquista del espacio y del tiempo" que, a través de la exteriorización de la técnica, lo inscribe sin remedio en la "conciencia de la muerte". A partir de la confluencia entre estas dos figuras geminadas y contrapuestas, Bernard Stiegler aborda la revolución tecnológica en su radical autonomía, en el seno de una estirpe al mismo tiempo antropológica y filosófica a cuya luz se adivina el surgimiento –casi, diríamos, filogenético– de un hombre nuevo, un hombre "en otra escala", un sobre-hombre del que apenas si sabemos algo todavía pero que debemos analizar lejos tanto del rechazo apocalíptico como del entusiamo tecnomaníaco si queremos afrontar el "cambio de época" en condiciones de comprender, y quizás gestionar, "el proceso de decisión". De Leroy-Gourham a Heidegger, el primer tomo de este libro exigente, riguroso e indispensable, plantea el angustioso interrogante de la revolución tecnológica en la encrucijada múltiple de la historia de las técnicas, la filosofía, la paleontología, la mitología y la investigación cultural.</p>
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<p>Si «El pecado de Epimeteo» se proponía demostrar que el hombre está necesitado de «orientación» (de asistencia «técnica» en el extravío de su naturaleza) porque está «originariamente desorientado», la segunda parte de la obra de Stiegler nos enfrenta a la particular desorientación de una época, sometida a la «industrialización de la memoria», en la que el tiempo devora el espacio y de la que, por tanto, están ausentes «los puntos cardinales». Las nuevas técnicas analógico-numéricas de tratamiento y conservación del saber, que cubren todo el campo de las ciencias, desde la biología hasta la producción militar, implican la generalización industrial de eso que Husserl llamaba «objetos temporales». En el marco del nuevo calendario el «flujo de conciencia» de la colectividad mundial coincide con las emisiones temporales de los productos de las «industrias de programas», con la consiguiente subversión del concepto mismo de «acontecimiento». La posibilidad de «juzgar», de tomar decisiones, de mantener abierto el espacio de la polis (inseparable de esa técnica primera que fue la escritura) en el «tiempo real» de las nuevas tecnologías es el reto que nos obliga a asumir Stiegler a partir de una historia de la imagen y de la escritura sobre el fondo –o contra él– del pensamiento fenomenológico. La tercera parte de La técnica y el tiempo, titulada El Cine, acaba de aparecer en Francia.</p>